jueves, 14 de abril de 2011

El sometimiento de la mujer frente a la explotación patronal

Por HIJOS DEL PUEBLO, prensa de Red Libertaria,año IV, N° 28, Abril 2011,Género pág. 3


La inserción de la mujer en el mercado laboral lejos de ser un acto de liberación, estuvo condicionada por las necesidades del sistema de explotación patronal. Precarización y salarios bajos fueron algunas de sus consecuencias.



Actualmente, la gran precariedad del empleo unido al desempleo y los bajos salarios produce que se promueva que la mujer compatibilice simultáneamente las “obligaciones” que la sociedad machista le impone (como la maternidad y el trabajo doméstico) con el trabajo remunerado. En el marco de un sistema donde el trabajo se pone a funcionar para los intereses de la patronal y el machismo es sostenido en su beneficio -produciendo que a la mujer se le pague menos por igual tarea-, se nos cierran las puertas a trabajos por considerárselos “masculinos”, y se nos condena a una doble jornada laboral -en el trabajo y en la casa-. A esto no escapa que se nos impone como una opción de vida la prostitución, es decir, la violación institucionalizada sólo por el hecho de ser mujeres y por tanto objetos sexuales aceptados y promovidos socialmente. Observando estos hechos, vemos que la mujer no trabaja en pie de igualdad con el hombre, y es doblemente afectada por la explotación patriarcal-capitalista.

Tradicionalmente, la participación laboral feme­nina tenía lugar sólo hasta el momento del casamien­to y luego se abandonaba definitivamente el traba­jo extra doméstico como consecuencia del cambio de status familiar. A finales de la década de los sesenta, comienza a resultar compa­tible la maternidad y el tra­bajo extra doméstico, con una segunda incorporación al mercado de trabajo una vez concluido el periodo educativo de los hijos. En los años ´70, el desarrollo del sistema capitalista y sus programas de industriali­zación que apelaron a la contratación de mano de obra femenina (intentando amortiguar la crisis con ba­jos salarios a los que las mu­jeres accedieron para suplir la ausencia o baja de ingre­sos familiares así como para enfrentar el aumento de los precios), produjeron una transformación en la divi­sión sexual del trabajo: ser sometidas en el interior del hogar, obligadas a cumplir con el papel de reproducto­ras y encargadas del trabajo doméstico para el cuidado del obrero varón y sufrir di­rectamente la explotación patronal de un sistema que se beneficia con el machis­mo. Teniendo que soportar ser empleada en puestos poco calificados, con sala­rios bajos, sin estabilidad y poco sindicalizada.


Hoy la mayor parte de las mujeres está empleada en un reducido número de ocupaciones y sectores (por ejemplo, realizando trabajos administrativos o en la ense­ñanza en las etapas de edu­cación infantil y primaria) lo que se puede definir como “segregación ocupacional”. Además de que suele ocu­par posiciones subalternas en la jerarquía laboral, en tanto que quienes acceden a puestos directivos son mayo­ritariamente hombres (“se­gregación vertical”). Como resultado de estos y otros fenómenos las mujeres per­ciben, por término medio, salarios inferiores a los de los hombres.

Las dificultades de inser­ción de las mujeres debido a la segmentación ocupacional del mercado de trabajo que li­mita la gama de ocupaciones a las que pueden optar, la per­cepción de la patronal de que el trabajo femenino tiene ma­yores interrupciones a causa del embarazo y la crianza, así como la propagación inten­cionada de la idea de que el aporte de las mujeres no es central en los ingresos fami­liares, hace que gran parte de la mano de obra femenina se ocupe en los sectores no formales y de baja produc­tividad, resultando afectadas no sólo por las acciones diri­gidas específicamente contra las trabajadoras, sino también por las que corresponden a los sectores precarizados en los que se inserta.


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